lunes, 8 de enero de 2007

CRÒNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO

CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO (Tusquets, 2001)

Haruki Murakami


En el capítulo Máscaras Mexicanas, del Laberinto de la Soledad, Octavio Paz nos dice: “El mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa”.
Quizá justamente porque Paz dedicó gran parte de su obra a analizar la cultura de su pueblo – pueblo esencialmente transcultural- o porque el Japón es también un país de máscaras, es que resulta de especial interés su aproximación a la cultura nipona. En un interesante artículo de 1954, denominado “Tres momentos de la Literatura Japonesa”, reflexiona acerca de aquello que hace único al Japón. Compara a la pequeña isla con un ser vivo al que nada le hace falta, y en el cual, sin embargo, casi todo es Chino. “La moral, la filosofía, la mística, la etiqueta...” todo.
En 1954, Haruki Murakami cumplía 5 años. Su Japón es el de los ochenta y en él, un hombre de treinta años cocina espagueti mientras silba a Rossini.
En el mundo de Murakami no hay croquis. No existe una estructura preconcebida. La gazza ladra, los espaguetis se recuecen y en el teléfono una mujer desconocida intenta un diálogo que marcará el inicio del absurdo.
Este autor que recién pasa los 50, representa lo más nuevo en las letras niponas, escribe desafiando los lugares comunes acerca de la literatura y temática japonesas, sin dejar de ser, se diga lo que se diga, un escritor del oriente.
Sus personajes son inmutables, mucho más que impasibles; son extraños y caóticos. Y sin embargo son ellos quienes nos toman de la mano, desde la intimidad de la primera persona, para hacernos recorrer, no sólo las calles de un Tokio moderno y sobrepoblado, sino también la memoria épica del Japón, con guerras, héroes y mutilaciones.
Ya el título de este libro es una provocación. Largo, absurdo, misterioso. Así es Murakami, un personaje de sus propias novelas, un escritor que se identifica y se autodelata en cada una de sus aproximaciones, partiendo desde una anécdota trivial, para crear universos en los que cada esquina es un túnel.
La Crónica del pájaro que da cuerda al mundo es una gran metáfora sobre la soledad. Su historia, un resbalón en la escala, una gran broma de mal gusto en la que las imágenes femeninas deambulan repletas de un poder reclamado por centurias.
Esta es una obra que interpela. Ante ella, como Paz, el lector occidental se pregunta necesariamente acerca de aquello que nos hace sentir tan cerca de un joven japonés de los ochenta. Y Murakami responde: “Esta es la historia de Tooru Okada. Un hombre de 30 años, sin trabajo, abandonado por su esposa y por su gato y acosado por mujeres que murmuran obscenidades en la línea telefónica. Es la historia de un joven que silba a Rossini mientras cocina espagueti”.

Julián

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